Buenavista, un punto de reunión y desesperación

Ocho de la mañana y empieza el caos en el cruce de eje 1 Norte y avenida Insurgentes, esquina donde confluyen el Metrobús, el metro Buenavista y el Tren Suburbano que se convierte en una mezcla creciente de tráilers, vehículos particulares, autobuses de pasajeros, taxis, bicicletas y peatones.
Contrario a lo que las autoridades esperaban al inaugurar la nueva terminal de Metrobús, Buenavista II, ese punto conflictivo en horas pico aumentó su complejidad con la presencia de las unidades del Metrobús.
De la estación del Tren Suburbano, la gente sale por oleadas cada cinco minutos e invade poco a poco todos los carriles del eje 1 Norte Mosqueta. Desde la estación Buenavista del Metrobús, otra oleada congestiona el tránsito sobre la avenida Insurgentes. Los autobuses blancos de la ruta 1 obstruyen el paso de los peatones que quieren cruzar el eje vial.
Al llegar a esa zona, toda esa multitud de mujeres y hombres con la prisa encima empieza a buscar su siguiente transporte y el desorden impera.
Se van acumulando rápidamente grupos de oficinistas, estudiantes y todo tipo de trabajadores del DF.
Todos se dirigen a un punto distinto. Hay quienes buscan la entrada para el Metro y avanzan hacia ese rumbo. Otros buscan desesperadamente el autobús anaranjado de la RTP que va hacia Revolución y aún es gratuito. Algunos salen del Tren Suburbano y buscan el Metro sin comprender que ya está en funcionamiento un túnel que conecta directamente a ambos sistemas de transporte. Unos más aprovechan que hay una nueva terminal de Metrobús y lo abordan vacío.
Están los que quieren abordar un autobús que los lleve hacia el poniente y otros quieren subirse a los repletos microbuses que van hacia la zona del Aeropuerto y del metro Pantitlán.
Finalmente, los que llevan el tiempo encima intentan cazar un taxi, alguno de tantos que circulan uno tras otro por esa zona y que incluso hacen la parada en el tercer carril o frente a los enfurecidos conductores de autos particulares, que generalmente, viajan con sólo una persona a bordo.
Entre las 8 y las 9 de la mañana, los sonidos son variados: el rugir de los tráilers, el arrastrar de los pies de la gente, el agudo pitido del Metrobús, los insultos de taxistas y reclamos de peatones, como el de una señora que reclamó a otra por ganarle un taxi.
Sumado a ese desorden de pasajeros en busca de transporte, la avalancha de vehículos no deja de pitar sus bocinas y el Metrobús que da la vuelta desde Insurgentes para estacionarse frente a Buenavista es una mole que estorba más de lo que avanza porque frente a él, se atraviesan sin voltear, sin fijarse por dónde y sin percatarse del semáforo, decenas de peatones que no se hablan entre sí, que hablan por teléfono, que empujan una carriola o que, con la mochila al hombro, procuran que sus hijos, a quienes llevan de la mano, avancen más rápido que sus posibilidades reales.

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