Reduce espacio público Línea 3 del Metrobús


Comerciantes creen que sólo los dejarán vender hasta obtener su voto
AVANCE. En la calle Balderas, entre las avenidas Juárez y Chapultepec, donde hay casi un centenar de puestos callejeros, los autobuses de la Línea 3 del Metrobús realizan recorridos de prueba en los carriles
Viernes 04 de febrero de 2011 ALEJANDRO SUVERZA metropoli@eluniversal.com.mx | El Universal



María se encuentra sentada en un rincón de zozobra en su puesto de jugos. No sabe qué va a pasar con ella y su madre ante la cercana inauguración de la línea 3 del Metrobús. Ambas han pasado casi toda su vida aquí. Su madre ha vendido dulces desde hace 72 años y María nació en este pedazo de ciudad.
El lugar: la calle de Balderas, entre las avenidas Juárez y Chapultepec. Dos carriles centrales para los nuevos buses que anunciarán una “ciudad de vanguardia”. Un carril más que aún no se estrena en el tránsito. Y otro carril congestionado con muchos, muchos vehículos que avanzan lentamente a vuelta de rueda. Casi un centenar de puestos callejeros acomodados a todo lo largo de nuevas aceras estrechas.
Cada uno de los comerciantes arma su puesto como siempre. En el lado norte: Las reparaciones de anteojos, los supertacos de guisado y de birria, los discos LP de acetato, los cinturones y las carteras, los jugos y cocteles de frutas, las camisas y las corbatas, los zapatos de vestir y los suecos, las tortas y las quesadillas, la ropa usada, las camisas, las pilas, los billetes de lotería. En el lado sur: los puestos de libros y material didáctico, la artesanía, la ropa regional, los dvd’s de cine de arte.
El conflicto urbano está sobre esa calle que el martes próximo será escenario de la tercera línea de Metrobús que inaugurará el gobierno del Distrito Federal y que irá del metro Etiopía a Tenayuca. Decenas de trabajadores afinan los últimos detalles, pulen los vidrios de las estaciones, sueldan las tapas de coladeras, topografían el terreno. Algunos hombres coordinan el tránsito para que los conductores realicen recorridos de práctica.
María muestra su frustración. “Nosotros no queremos dejar el lugar. Tenemos derecho a trabajar. ¿Cómo le pago el estudio a mi hija? ¿De dónde agarro para pagar el pasaje de la escuela? Este lugar no lo vamos a abandonar. La delegación le dio este lugar a mi mamá, tiene 99 años. Le falta uno para llegar a 100”, dice.
El tema de los vendedores ambulantes siempre es delicado si se considera que también son personas que luchan para enfrentar su vida. Por las aceras diminutas se cuela la gente. “Yo no tengo nada en contra de los vendedores porque todos buscan su ingreso cotidiano, pero el espacio que queda es muy reducido. A veces tenemos que hacer fila, esperar a que pasen de un lado y luego del otro”, dice Silvia una trabajadora de la calle Balderas. “El que estén aquí beneficia a los que trabajamos, aquí se come más barato o cuando la quincena y no alcanza”, dice un hombre que come un tlacoyo.
Este pedazo de calle muestra la improvisación. Lo no planeado urbanamente. Entre las banquetas y tierra caminan los transeúntes. Los comerciantes luchan por acomodarse como pueden en los espacios reducidos. Nadie les ha informado qué pasará con ellos. Gerardo Ramírez, representante de 38 puestos integrados en la Asociación Autodigestiva de Libreros, que venden sobre la acera de la Biblioteca México, dice que hace tres semanas se reunieron con autoridades del Centro Histórico y del Metrobús. Ellos les informaron que se construirían nuevas banquetas. “Tiene tres meses y no nos contestan, entonces no sabemos qué es lo que pase”, dice cuando se refiere a la delegación.
El jefe delegacional de Cuauhtémoc, Agustín Torres Pérez, ha declarado que con el fin de mantener las fuentes de empleo los comerciantes de un costado de la Biblioteca México sólo serán removidos para hacer las reparaciones de las banquetas y luego regresarán a sus lugares.
Sentada en las escaleras del Metro, estaba otra dulcera que lleva muchos años en este punto. Ella dice que la reubicación como la que se hizo abajo, en un pasillo del metro Hidalgo, no funcionó porque sólo se lo dieron a líderes vagoneros. A la mafia que ambulantea por debajo de la ciudad. “Si yo voy a rentar un local con la misma clientela que tengo, no voy a trabajar ni para pagar renta, y menos para mí. Que me den chance de trabajar”, dice.
Frente a la plaza de la Ciudadela, María Trinidad Vázquez vende quesadillas de masa azul. Viene de Toluca, tiene 66 años, ocho hijos y es viuda. Sus principales clientes son jóvenes de la tienda Oxxo. Dice que si la reubican difícilmente logrará sobrevivir. La vida del comercio ambulante da de comer a cientos de trabajadores. Los comerciantes torean las construcciones. Ante la estrechez, se instalan a la vuelta de las esquinas. Un día trabajan y otros no, mientras se aproxima la operación de la Línea 3 del Metrobús que pone en evidencia el caos, la improvisación y los manejos de la política capitalina en este tramo de la calle.
En la esquina de Reforma y Balderas, un vendedor dice que lucharon por esos espacios desde se construyó el Realcinema. Los quisieron quitar, pero nunca se dejaron. La gente de la líder Alejandra Barrios no los apoyó, por eso dice que la dejaron de lado. El comerciante dicen que son independientes. “Aquí no hay líder. Trabajamos con la delegación, con la camioneta”.
María, la de los jugos, dice: a lo mejor la gente del PRD nos dejará vender en la calle hasta que obtengan un voto electoral y luego se lavara las manos.
El vendedor de dulces del Realcinema asegura que su padre y su madre han estado aquí casi toda su vida y que él nació con la caja de chicles en la mano. “Cuáles líderes, yo nunca los vi con su caja de chicles ni su puesto. Yo, desde morro, soy comerciante, te conozco al revés y al derecho, yo soy más comerciante que esos líderes. No sabemos qué va a pasar, pero no nos vamos a quitar de aquí”.

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